En el proceso de compra de un objeto intervienen dos valores básicos: la apariencia y la funcionalidad. El primer aspecto que tenemos en cuenta es el impacto visual que genera, y como segundo plano pensamos en su funcionalidad. En muy pocos casos nos paramos a comprar aquello que nos desagrada.
Sin embargo siempre hay un objeto errante en el hogar de alguien. Puede salvarse bien porque es el objeto que mejor cumple su función, o bien por su parte emocional.
Esto también ocurre al contrario. Cómo nos enfadamos cuando compramos un objeto bonito y no funciona. Nos sentimos estafados y engañados por una falsa apariencia. Sin embargo, también existe una salvación para ellos, el posicionamiento del objeto frente al arte.
Pensemos en todos nuestros objetos cotidianos y veamos cuáles son los valores que les han ayudado a estar ahi.
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