lunes, 7 de febrero de 2011

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La huevera


Durante el siglo XIX, las nuevas formas de producción y consumo conllevaron la aparición de nuevos tipos de embalaje para el transporte y la conservación de productos. Se dice que, al principio, para proteger los huevos de los golpes, éstos se envolvían en papel duro, colocados en hilera. Sin duda, era un sistema poco fiable. El envase para contener huevos con el que hoy identificamos este producto, la huevera, es un inven- to de Joseph L. Coyle (1911). Las primeras se fabricaban manualmente, y a partir de 1919 se mecanizó su producción. El cartón con que está hecha, elaborado a partir de la técnica del papel maché, le proporciona la elasticidad necesaria para amortiguar los gol- pes. Pero, además del material, la genialidad del diseño reside en su forma, que permite alojar cada huevo en un hoyuelo, separado de los demás, y una especie de nervaduras los abraza para amortiguar posibles golpes. Este diseño no sólo permitió transportar y almacenar los huevos sin peligro de que se rompieran, sino que también creó una nueva medida e identificación con el producto: la docena de huevos.



La pinza

El principio de la elasticidad.
La pinza para tender ropa es uno de los pequeños grandes inventos de la historia, simples, efectivos e indispensables. La pri- mera pinza se atribuye a la comunidad reli- giosa protestante de los Shakers, fundada en EE.UU. a finales del siglo XVIII y famosa por la fabricación artesana de muebles de madera. Era una sola pieza de madera con dos finas ramificaciones que fijaban la ropa en una cuerda para tender. Fue el norteame- ricano D. M. Smith en 1853 quien inventó la pinza tal como la conocemos hoy. Formada por dos piezas idénticas enlazadas por un muelle, la pinza se rige por el principio me- cánico de la elasticidad mediante un resorte simple que mantiene las dos piezas de ma- dera en tensión. Desde su invención, se ha rediseñado repetidamente, y solamente entre 1852 y 1887 se patentaron 146 modelos. La pinza de plástico, diseñada en 1944 por Mario Maccaferri, abrió nuevas posibilidades que siguen explorándose actualmente.



Anilla lata


Un gesto tan inconsciente y automático como abrir una lata se lo debemos a Ernie Fraze, técnico del principal productor de aluminio de EE.UU. y experto en herramientas. En la década de 1950, la lata había ido ganando terreno como envase para bebidas, principalmente para cerveza, ya que era más ligera, económica y fácil de almacenar que la botella de vidrio, pero seguía siendo necesario un abrelatas para abrirla. El problema era evidente, y en la oficina de patentes se acumulaban multitud de propuestas ineficaces. La solución la aportó Fraze con una lengüeta metálica del mismo material que la lata, fijada en el centro de su superficie superior mediante un remache. Tirando de la lengüeta se abría un pequeño agujero con forma de gota de agua, cuyo contorno era previamente marcado para limitar así la apertura al ojal. Aunque en un principio la idea fue recibida con escepticismo, el uso de este sistema de apertura se generalizó a partir de un primer gran pedido en 1962. En 1965, la lengüeta se sustituyó por una anilla desechable, pero ésta pasó a ser un residuo tan molesto que llegó a plantearse el retorno al antiguo sistema, hasta que en 1975 Daniel F. Cudzik creó la anilla no desechable actual.

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